Más de la cartelera

Posted on octubre 12, 2006 - 0 comentarios -

Monster House, 2006, Dir. Gil Kenan

Ustedes ya conocen mi afición por las historias infantiles, sobre todo por las que usan la verdadera esencia de los cuentos de hadas: esa oscuridad, esa batalla entre el bien y el mal en lugar de ser simples cuentos edulcorados para niños pusilánimes... Por eso me atrajo desde un comienzo la historia de La Casa de los Sustos, película que por ocupaciones varias no pude ver sino hasta la semana pasada.

Algunas quejas de ciertos padres sobre su contenido supuestamente terrorífico (con ese título hay que ser muy idiota para no saber de qué trata) me hizo pensar que íbamos por buen camino, que esa oscuridad iba a estar presente. Sin embargo, después de verla puedo decir que la película carece de un verdadero clima de terror, y a pesar de que ciertas escenas pueden dar la impresión de que estamos ante una película de terror para niños, a medida que pasa el tiempo nos damos cuenta de que es en realidad una historia de aventuras con ribetes terroríficos.

Empecemos con lo bueno. Técnicamente la película es impecable. La animación es sorprendente y consigue unas tres dimensiones muy realistas. Por momentos cuesta creer que nada de eso existió en el mundo real, que no eran modelos a escala en algún estudio, sino imágenes en un computador. La expresividad de los personajes es magnífica, y algo que pocas veces llama la atención en una película de animación como son los ángulos de cámara, aquí es tratado excepcionalmente. Sin embargo, por el lado de la historia ya hay algunos peros. El personaje principal es un niño del que poco sabemos y que se caracteriza muy levemente. Es cierto que la acción comienza bastante temprano, pero se sacrifica la profundidad del personaje con el afán de mostrar aventuras. Los únicos momentos con verdadero corazón que se pueden sentir son aquellos en que se relata el pasado del viejo Nebercracker, instantes bonitos y tristes, trágicos pero mágicos. El resto del tiempo lo ocupa la comedia, que logra arrancar sonrisas, pero que no engancha al espectador, y algunos momentos estilo "montaña rusa" o (obviamente) "casa de los sustos", casi terroríficos pero en realidad simplemente emocionantes. Claro que los niños estarán en desacuerdo conmigo. A propósito, qué diferente es ver una peli con niños en la sala: mientras estos participan de la película, los adultos parlanchines que van a ver cine "para mayores" hablan por celular y comentan chorradas en voz alta, distrayéndolo a uno de la historia.

La película cae en algunos lugares comunes, sobre todo a la hora de la comedia, usando ciertos personajes esquemáticos, típicos de las películas para niños, pero también logra redimirse en otros instantes, sobre todo al retratar esa edad en que los adultos joden a los niños sin que puedan hacer nada al respecto, así que quedamos con una obra que es entretenida aunque no llegó a ser lo pudiera haber sido. De nuevo, a esperar Coraline a ver qué nos trae. Eso sí, qué diferente es La Casa de los Sustos a toda la avalancha de películas de animalitos que nos invade. ¡Todas iguales! ¡Ya basta!

Lady in the Water, 2006, Dir. M. Night Shyamalan

¿Qué pasa cuando un director de Hollywood decide ignorar toda convención y hacer su película como le da la gana? Cualquiera que haya leído algo sobre escritura de guiones se habrá dado cuenta de la manera ya patentada, cual fábrica de donuts, que tienen los norteamericanos de escribir sus películas. Funciona, por supuesto, pero también hay otras maneras de contar historias. Con esa "fórmula" se garantiza una película que agarre al espectador más o menos decentemente, y no es sino que se sienten a ver cualquier comedia romántica para darse cuenta de que por mucho que la odien, mantiene cierto interés. M. Night Shyamalan es el director de quien hablamos. Sus anteriores películas poseían todas las reglas del cine de Hollywood (lo que no es malo por sí solo), pero han ido abandonando paulatinamente esos esquemas para llegar a ser obras donde el director hace, literalmente, lo que le da la gana. Teniendo en cuenta que su cine ya tenía ciertas características personales... ¿se ha convertido en un autor, dándole la espalda a Hollywood? ¿Debería esta película juzgarse por tales parámetros y no por los del cine comercial?

Vamos a ver... Sexto Sentido fue una gran película que nos descubrió a alguien que sabía cómo jugar con las reglas. El Protegido fue una injustamente infravalorada mezcla de mitología y cómic, con el ya patentado giro sorpresa al final. Señales dejó de lado ese final sorpresa y se concentró en contar una buena historia de extraterrestres desde una perspectiva más intimista. Pero con The Village vimos a un director que empezaba a creerse demasiado su propio cuento y que, a pesar de crear una película magníficamente dirigida, en últimas se olvidó de contar una historia coherente, basándose sólo en el giro final, que además se olía a kilómetros. Aún así se podían rescatar algunos instantes valiosos del film. Ahora llega La Dama en el Agua, la película que hizo que Shyamalan abandonara Disney después por unos comentarios sobre algunos problemas en el guión y podemos comprobar lo que pasa cuando un director se olvida de todo y hace una obra demasiado personal sin tener en cuenta lo que otros dicen. A veces los molestos productores funcionan como el polo a tierra de los megalómanos.

De entrada, este no es un film de suspenso o terror, como los anteriores, sino una fábula, un cuento de hadas. Shyamalan, director, guionista y productor de la cinta, confiesa que nació como un cuento para sus hijas, inventado sobre la marcha. Y créanme que se nota. Si bien las estructuras narrativas no tienen por qué ser dogmas grabados en piedra, hay que elegir la forma adecuada para cada historia, y en una película de estas características ese estilo casi stream-of-consciousness echa por tierra gran parte de la efectividad. Como las reglas se van inventando sobre la marcha, no hay acumulación, no hay suspenso, no hay efecto dramático, sólo instantes hilvanados por una suerte de historia que se rearma a cada momento. No hay giros en la trama, sino avances y retrocesos, equivocaciones y correcciones, pero nada remotamente parecido a un gancho que nos atrape. El espectador queda a su propio rumbo y debe poner mucho de su parte para no aburrirse. Y aquí está uno de los dilemas: ¿Es malo dejar al espectador en ese estado? ¿Hay que darle todo masticado para que no se aburra? El problema no es tanto ese, sino que a pesar de todo, la historia no logra cuajar, no juega limpio con el espectador y le cambia las reglas de un momento a otro. Cuando cualquier cosa puede pasar, abandonamos el interés por involucrarnos en la película. Ese estilo puede funcionar mejor en ciertas historias, pero en esta definitivamente no lo hace. La trama además está contada por la boca de los personajes. Se convierte a veces casi en un cuento narrado por ellos, en el que no hay hechos sino palabras, disminuyendo la acción terriblemente. Otro detalle que apunta a los delirios de grandeza del director es que pasa de los cameos hitchcockianos a darse a sí mismo un papel importante. Nada menos que el de un escritor incomprendido llamado a influir en generaciones posteriores con su obra. Y eso huele un poco a ego inflado. Además de lo mencionado, su estilo minimalista, otrora perfecto para sus historias, se convierte aquí en una molestia, pues rompe el ritmo y el suspenso, ya de por sí maltrechos. Sus encuadres estáticos rodean de misterio lo que definitivamente no tiene ninguno, y le da a la historia una lentitud mayor de la necesaria, cuando no hay nada detrás que pueda inquietarnos.

No todo es malo. Algunos momentos de autorreflexión cinéfila son brillantes y obligan al espectador a pensar en lo que está viendo. La música de James Newton Howard crea el ambiente que se busca, delicado y a veces oscuro. Y la fotografía de Christopher Doyle es acuática, azulada, fría... perfecta en definitiva para un cuento de un ser venido del mar. La historia en el fondo tiene sus méritos. Aunar la mitología a la vida real da como resultado algunos momentos mágicos, pero estos no alcanzan a levantar la película del todo. Las resonancias que se consiguen al acudir al mito como forma sobre la cual modelar un guión siempre dan como resultado algo interesante, y en ese caso se confirma la regla. Si tan sólo hubiera contado con un guionista más experimentado probablemente la película hubiera sido más entretenida y hubiera logrado un mayor efecto en los espectadores, sobre todo porque en el fondo el autor sí busca dejar una moraleja. Lamentablemente, así como está, es un pescado a medio cocinar.

PS. Pecado mayor: Bryce Dallas Howard se pasa la película casi desnuda... ¡y no se le ve ni siquiera una nalga!

Nacho Libre, 2006, Dir. Jared Hess

Escuela del Rock fue una excelente comedia. No he visto Napoleon Dynamite, pero viene precedida de los mejores comentarios. Era lógico pensar que si el equipo detrás de cada una de ellas se unía, el resultado podía ser genial. Pero como ya vamos aprendiendo, cualquier película con un título descabellado nunca estará a la altura de lo que promete. Y Nacho Libre no es la excepción.

El problema radica, de nuevo, en el guión. La comedia high concept, esa que se basa en una premisa que se puede resumir en una línea sorprendente (un cura se hace luchador para ganar dinero para los huérfanos), necesita de un guión que la apoye, o de lo contrario sólo se tendrá un trailer. Y así ocurre en este film. La acción es lenta y parece un meandro, girando, dando vueltas, en lugar de ir al grano. Otra vez, el protagonista no nos importa demasiado, no nos cautiva. Sí, hay una gran cantidad de absurdo, pero este no funciona, y la historia, a pesar de estar escrita por Mike White, quien cuenta con una buena trayectoria, nunca se centra en lo que de verdad importa.

Ahora, como cosa curiosa hay que decir que Wes Anderson está creando escuela. ¿Pruebas? Nacho Libre es una historia contada a punta de episodios levemente hilvanados, con composiciones visuales bonitas a la vez que planas, música elegantemente elegida, humor deadpan, con protagonistas perdedores... Jared Hess, el director de esta, parece ser un alumno aventajado. Lamentablemente lo que funciona en los films de Anderson no lo hace en esta película, y ni siquiera Jack Black puede salvarla, y eso que parecía imposible, pues el hombre es hilarante por sí mismo.

Cuando una comedia debe llegar al humor de pedos y caídas sin gracia para arrancar sonrisas a los espectadores, es síntoma de que va muy mal. Y en Nacho Libre, una película que de verdad quería que me gustara, que tenía todos los boletos para ser una ganadora, ni siquiera el slapstick más grueso sirve de algo. Al final pierde máscara y cabellera.

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