
Breakfast at Tiffany's es una comedia romántica, aunque dentro de otras ligas. Primero, es un clásico añejado por el paso del tiempo. No porque haya expirado su fecha de consumo, sino porque ha soportado el paso de los años y aún se mantiene. Es cierto, tiene sus problemillas, pero aguanta el tipo admirablemente.
Basada en la obra de Truman Capote, la película retrata un ambiente superficial en los años sesenta, en el cuál enmarca a sus personajes principales, una Audrey Hepburn maravillosa y un George Peppard austero pero perfecto en su papel. Si bien hay defectos, como el caricaturesco personaje de Mickey Rooney, la película está plagada de momentos mágicos. La trama se desenvuelve con tranquilidad, sin apresurarse, y de hecho se podría decir que salvo un par de inesperados giros dramáticos, todo lo demás es simplemente una sucesión de momentos entre los dos protagonistas.
Detrás de la comedia, podemos sentir un trasfondo de amargura, que si bien nunca se toma la película, sí permea el ambiente. A pesar de las apariencias, ninguno de los personajes es feliz, aunque trate de aparentar que sí. Y es en ese precioso final donde cada uno reconoce lo que es y deja caer las máscaras, cuando sentimos su verdadera humanidad. La película tiene multitud de instantes que atrapan, que encantan y seducen, como la visita a la joyería o a la tienda de variedades, pero también hay diálogos tristes y momentos trágicos, que no revelo para no dañar las sorpresas.
Una película perfecta para una tarde de domingo, en buena compañía, sin muchas pretensiones aparentes, pero que acaba por entretener y hacer sentir, cosa que no muchos films logran. De verdad muy recomendada.
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