El retorno del rey

Posted on enero 05, 2006 - 0 comentarios -

King Kong, (2005), Dir. Peter Jackson

Es muy fácil meterse con Peter Jackson y acusarlo de haber traicionado sus principios. ¿Pero quienes somos nosotros para regir sobre alguien y pensar que tiene que seguir haciendo lo que nos gusta de él como si fueramos los dueños de su vida y carrera? No pertenezco ni al grupo de gorehounds que amaba sus primeras películas y luego repudió cómo su carrera se desviaba hacia caminos menos purulentos, ni formo parte del grupo de críticos que, errados, pensaba que Jackson era un director de "cine arte" y que iba a seguir haciendo esa clase de películas (sólo hay un ejemplo de eso: Heavenly creatures, lo demás es cine de género). A mí me gusta Jackson en todas sus manifestaciones. Cienmatográficas, por supuesto. Me gusta el gore salvaje y paródico, me gusta el más calmado, me gusta el épico y me gusta el nostálgico. Ah, por supuesto también es muy fácil decir que su última película no es como los clásicos de aventuras de antes, pero, noticia de última hora, estos no son los tiempos de antes.

Sí, Jackson hace con King Kong una película de entretenimieto, de evasión, con homenaje al cine de los años treinta, pero sin caer en el anquilosamiento, sino remodelándolo según las nuevas sensibilidades. Acusar a Jackson de crear un simple vehículo de entretenimiento, de efectos especiales desbocados puede ser un poco acertado, pero también demuestra una visión muy superficial de la película. Jackson no es Michael Bay, y aunque la comparación es injusta, a la vez puede ser algo correcta. ¿Por qué? Michael Bay es conocido por crear hstorias en las que lo importante son los efectos especiales, y en los que el sentido del ritmo es casi nulo, debido a la acumulación de secuencias vertiginosas que no dan tregua al espectador y lo dejan exhausto, confundiendo emoción con cansancio. Y si hay un defecto que hay que resaltar de la película de Jackson es que es tan frenética en sus dos horas finales que llega un momento en que el espectador corre el riesgo de desconectarse y solo dejarse llevar por el impulso kinético de las imagenes, con el perjuicio de no compenetrarse con las emociones de los personajes. Desde luego es un desacierto desde mi punto de vista, pero si miramos un poco más allá tal vez encontremos algo que la redima de ser un sencillo espectáculo vacío.

Para empezar, la película está estructurada en tres actos claramente diferenciados: el viaje a la isla de la calavera, la lucha en el mundo perdido y el escape de Kong en Nueva York. La primera parte es calmada, bella, contemplativa. Las dos siguientes son realmente frenéticas, persecución tras persecución. En cuanto a la historia no hay mucho que uno no sepa al entrar al cine: van, encuentran al simio, lo capturan lo llevan a Nueva York, se escapa y lo matan. Pero en medio hay algunas secuencias que vale la pena destacar, como la manera en que se construye la relación de King Kong con Naomi Watts (totalmente creíble aunque sea absurda en el mundo real), y algunas frases que quedan para la memoria (todas acerca de cómo la bella mató a la bestia). Puede que a veces el estilo de Jackson sea un poco reminiscente de la magnífica trilogía de El señor de los anillos (la paleta de color en algunas secuencias, ciertos planos sobre las montañas) o que ciertos planos de acercamientos rechinen en una obra tan clásica en lo visual, pero son defectos menores. Lo que definitivamente sí me parece que hay que resaltar, es esa atmósfera de puro pulp de los años treinta. Esa sensación de fantasía clásica al estilo H.R. Haggard o Robert E. Howard. Una isla con dinosaurios es una gran idea, pero cuando vemos los murciélagos gigantes, o peor aún saltamontes y sanguijuelas de más de metro y medio, las cosas son aún mejores, haciéndolo recordar a uno una peli sepultada en la memoria: La comida de los dioses.

El mayor logro de la película, a pesar de que a veces se ve arruinado por el exceso de acción, es recuperar es "sense of wonder" del cine de aventuras, que hacía rato no se veía. Esa pureza e ingenuidad que ya no vemos tan a menudo y que tiene como ejemplos Star Wars, Indiana Jones o más recientemente la infravalorada Captain Sky and the world of tomorrow (donde por cierto había otra isla con dinosaurios). Es recuperar ese gozo infantil, suspender la incredulidad ante un mundo descabellado pero que tiene lógica, y que ante todo nos hace disfrutar sin cuestionar con ese excesivo racionalismo con que tendemos a ver el mundo.

King Kong no es, en definitiva, una obra maestra, pero sus aciertos pesan más que sus defectos, y si uno le tiene paciencia a una película como Dogville... ¿por qué no tenérsela a King Kong si esta en verdad es entretenida?

Para pasar un buen (y largo) rato.

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