
En los 60 y 70 la AIP (American International Pictures) fue una factoría de terrores al estilo Hammer o Amicus. Fue precisamente en el seno de esta productora que surgieron las famosas adaptaciones de Roger Corman sobre los relatos de Edgar Allan Poe. Cry of the Banshee intenta retomar esta vieja fórmula, pero los resultados no son tan interesantes como los de Corman. Si los clásicos como La caída de la casa de Usher o El entierro prematuro fueron... bueno, clásicos, Cry of the Banshee sólo queda como una muestra de horror setentero con los ingredientes necesarios para cumplir con la tarea, añadiéndole una buena dosis de sexo, aldeanos ingleses repulsivos y algo de crueldad. Si bien no es mala, la película no llega ni de lejos a la altura de sus predecesoras. Para empezar se resiente de unos valores de producción, no malos, pero que en comparación con las de Corman si son un retroceso. Corman usó interiores por exteriores, recreando bosques y mansiones en estudios de grabación, dándole a los films climas oníricos, tal y como él quería que ocurriera. Atmósferas opresivas que se encuentran faltantes en esta producción, rodada en hermosos parajes exteriores, pero que la hacen quedar como las malas películas de la Hammer (las buenas también tenían su dosis de estudio). Adiós atmósfera surrealista, hola vida real. La historia tampoco es demasiado novedosa. Price ya había interpretado un papel similar en The conqueror worm, y aunque está genial como siempre, se nota que estos papeles ya los tiene aprendidos de memoria.

A destacar los títulos de crédito iniciales de las dos. Uno, obra de un jovencísimo Terry Gilliam, y el otro, de un desconocido (para mí) pero en ambos casos animaciones hermosas que ayudan a situar de antemano la trama.
Para espectadores sin complejos y con el cerebro en stand by.
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