City of the Dead, Dir. John Llewellyn Moxey, 1960

Posted on diciembre 05, 2011 - 1 comentarios -

Quizá el mayor encanto de la serie B es su normal falta de pretensiones más allá de contar una buena historia de la manera más eficaz. Es cierto que entre los dos polos extremos se encuentra la sana virtud, pero también reconozcamos que nos gustan, en su justa medida, la cutrez y las pretensiones pomposas y desmedidas (nuestro recientemente fallecido Ken Russell era tan grande que alcanzaba a abarcar ambos extremos... ¡en una sola película!). Pero sentarnos con una peliculita de serie B calmada y bonita sigue siendo un placer de los mejores, que a veces nos depara sorpresas inesperadas precisamente porque no tenemos expectativas más allá del entretenimiento. City of the Dead no es una de estas sorpresas.

No nos equivoquemos, la película no es mala, y de hecho es un excelente ejemplo de la serie B bonita. Tenemos a Christopher Lee en el papel de villano, una fotografía exquisita, una ambientación siniestra repleta de bruma, un inicio que casi nos recuerda a La Maschera del Demonio, el clásico de Mario Bava... Pero también tenemos una dirección rutinaria, convencional, para nada mala, pero sí demasiado poco notable; un guión con algunos baches inexplicables; y finalmente unos personajes algo idiotas y hasta desagradables. Bueno, nadie es perfecto.

La historia de una venganza de brujería se convierte en una de rituales maléficos (¿no era pues una venganza?) y aunque es audaz como para beber de Psicosis, la película de Hitchcock, no le da para levantar el vuelo más allá de lo normal. Ni Christopher Lee hace mucho más que permanecer malévolamente impasible. Pero bueno, tampoco le pidamos peras al olmo. Hora y cuarto de entretenimiento para ver antes de dormir, con detalles bonitos y otros que permiten dar cabezadas ocasionales sin perder mucho detalle, y el resultado es una agradable manera de coger sueño.


Giallorama, Dir. V/A 2008

Posted on julio 31, 2011 - 1 comentarios -

La de hoy sí no tiene mucho propósito. De hecho aunque tengo muchas de estas colecciones de trailers, es casi insoportable verlas de un tirón. Tal vez con amigos, cervezas y nachos, o algo así, pero de cualquier forma seguiría siendo un placer momentáneo, una risa vacua, porque dos horas de trailers uno tras otro es una afrenta a la cordura. Y la he vivido en al menos tres ocasiones y sigo en pie, pero bueno. Al que se quiera arriesgar, hoy le comentamos una compilación de 36 trailers de giallos italianos. Aunque en realidad no es así: más de un slasher se cuela, más de un thriller americano se desliza, entonces no es tan puro lo de giallorama. Pero, no le busquemos diez colas al gato y vamos al grano.

Como con casi todos los subgéneros altamente codificados (los géneros aún guardan espacio para improvisar, los subgéneros realmente aprietan las reglas hasta el extremo), las primeras películas que te lleguen relacionadas con uno de ellos logran sorprender. Claro, notas similitudes, pero con ellas vas comprendiendo las reglas a las que se ciñen. Poco a poco te haces un conocedor y la sorpresa deja paso a la rutina poco a poco. Y de repente, de diez películas clasificadas dentro del subgénero que estudias, una medio logra sorprenderte. Es entonces cuando te das cuentas de que debes mudarte al vecindario siguiente, al subgénero de al lado.

Con giallorama empiezas a notar que incluso los trailers se parecen. Si las manos enguantadas son prototípicas del giallo, los trailers comienzan a abusar de la música funk, los colores psicodelicos y los montajes incomprensibles. Y a los 20 minutos, ya te das cuenta de por donde van los tiros, o en este caso, las cuchilladas. Uno que otro logra sorprender, como Death Smiles at Murder, película de época protagonizada por el inclasificable Klaus Kinski, que lo mismo salía en una de Herzog que en una de Jess Franco. Y al final, quedas con un revoltijo de imágenes sangrientas y a veces misóginas, muchas veces estilizadas, otras simplemente competentes, y la sonrisa de ver que Lenzi y D'Amato hicieron pelis "respetables" además de sus bodrios caníbales y pornográficos.

Una diversión para toda la familia disfuncional, para ver con los amigos, o para esos momentos en los que uno quiere entretenerse viendo media hora de bizarradas.


Mad Love, Dir. Karl Freund, 1934

Posted on julio 22, 2011 - 0 comentarios -

De aquella bonita época del terror en el que tantos clásicos se hicieron, nos llega una que huele a expresionismo por todos los costados. Karl Freund en la dirección, Peter Lorre en el reparto... Pero no nos engañemos, aunque haya un equipo grande la película no es tan grande como uno quisiera, en parte porque el guión está planteado de tal manera que el Orlac del título, interpretado por Colin Clive, el mismísimo doctor Victor Frankenstein, apenas aparece.

Vamos a ver: si les digo que la película trata de un pianista al que una vez amputadas las manos por un accidente de tren le son transplantadas unas de un asesino, las cuales aún guardan el impulso asesino y convierten al recibidor del regalo en un homicida en potencia, ¿imaginarían ustedes que al final el protagonista sea el cirujano que hizo el transplante? Obviamente no, pues lo que más atrae no es la historia de amor enfermizo entre el cirujano y la esposa del pianista, sino el otro que acabo de mencionar.

Por este pequeño error de cálculo, la historia se mueve indecisamente entre ambos lados, sin definir nada concretamente. El título de Mad Love entonces, el original, es más adecuado que el de Las Manos de Orlac.

De todas maneras la película es muy competente, da lo que promete, así como un par de escenas bastante raras, aunque Peter Lorre nos regala una caracterización demasiado patética del cirujano obsesionado con la hermosísima Frances Drake. Así que se puede ver para pasar el rato, que es cortita, pero tampoco es una obra maestra.

Nada más que decir.


If...., Dir. Lindsay Anderson, 1968

Posted on abril 17, 2011 - 1 comentarios -

Los tiempos pasan y nos hacemos más conservadores. De los rebeldes 60 y 70 pasamos a la pasividad de nuestros tiempos, en los que la mayor muestra de activismo es darle click a un ME GUSTA en una campaña ecológica en internet. O tal vez simplemente nos movemos en ciclos alternantes, pasando de un extremo a otro sin encontrar nunca un punto medio. Por eso las revoluciones acaban convirtiéndose de nuevo en el sistema, sin saber mantener sus ideales.

Una película como If... no sería posible hoy día. Al menos no de la manera como fue hecha en su momento. Me encantaría ver a alguien que tuviera las agallas y el coraje de atreverse a hacer algo así hoy en nuestro país, a enfrentar la mediocridad y la perpetuación de un sistema que no cambia por más que cambie. La historia de un colegio británico aferrado a la tradición y las reglas, nos deja ver la deshumanización del individuo cuando estas se encuentran por encima del sentido común, del ser humano. Y la respuesta no puede ser sino una: violencia.

No es If... una película de mensajes ocultos, y como los lectores de este blog saben, no son afecto a hacer análisis semióticos de lo que se presenta en una película, salvo contadas ocasiones. En If... las metáforas están a la vista de todos. Tanto que quizá ni siquiera sean metáforas sino que se dan tal cual en la vida. Podrán trasladarse a distintos segmentos de la sociedad, de la existencia, pero son claros y definidos.

Quizá en esta época nos hemos vuelto tan apáticos, incluso quienes profesan ideas más o menos novedosas pues suelen pecar de una ingenuidad excesiva que los lleva a creerse fuera de la existencia real, que una película como If... no levantaría polvareda. Por que su mordacidad es adecuada para los 60, no para este nuevo siglo. Para este nuevo siglo hacen falta tal vez visiones más nihilistas, como Batle Royale. Aunque el defecto sería que tal vez estemos matando el optimismo en lugar de creando esperanzas.

Muy buena película, pero sus ideas aunque sigan vigentes, se expresan según la época que la vio nacer. Eso sí, es de obligatorio visionado. Puro protopunk, que a pesar de su final violento deliciosamente liberador, ha sido ya superado tanto por visiones más afiladas (así no sean tan inteligentes) como por un modo de vida aún más agresivo.

Y claro, haría falta que la vieran en Estados Unidos para que se dieran cuenta por qué cada dos por tres un chico se enloquece y se lía a tiros con los demás.


If... Trailer por kropotskin

Blind Woman's Curse, (aka The Tattoed Swordswoman), (Kaidan nobori ryu), Dir. Teruo Ishii, 1970

Posted on febrero 09, 2011 - 0 comentarios -

El cine de explotación suele tener dos caras de una misma moneda: por un lado la energía experimental que conlleva el hecho de empujar los límites siempre un poco más allá, pero por otro el hecho de acabar llegando, inevitablemente, a un callejón sin salida de repeticiones y clichés manidos. Por eso descubrir un filón nuevo es apasionante, pero tarde o temprano llega el momento en el que todo lo que se ve en la misma vena es pura y llana repetición. Y con el chambara, el pinku y el yakuza eiga, no hay excepciones.

Sí, es cierto que Blind Woman's Curse llega precedida por el nombre de Teruo Ishii, famoso por su esplendor visual así como por su imaginería sádica. Uno de los directores estrella de los setenta en Japón, vamos. Y aunque en esta ocasión está un poco fuera del agua (su territorio es el ero-guro), aún se notan sus pinceladas grotescas impregnando el celuloide por todos lados.

La historia es la misma de siempre, o de muchas veces, al menos: una chica perteneciente a un clan yakuza deja ciega a una mujer en un accidente. Cuando llega a la cárcel se regenera y al salir se establece con un clan al que lleva por buen camino. Claro, las circunstancias la llevarán a matar una vez más, y aquella ciega años antes perjudicada, jugará un papel clave.

Es irónico que la mujer del título no sea la protagonista, la legendaria Meiko Kaji, la misma de la magistral saga Female Convict Scorpion, o la sobrevalorada Lady Snowblood. Su presencia siempre garantiza un magnetismo especial: igual que Clint Eastwood tiene una presencia que impone con solo mirar, Kaji es de la misma estirpe. A la manera de un Zatoichi femenino, la mujer del título es la que se lleva el honor de estar por encima de ella, no sin razón del todo, pues también compone un villano memorable, pero en realidad ninguna está al nivel que otras películas han llegado. Tenemos las habituales escenas cómicas, las de acción, y cortesía del señor Ishii, unas cuantas que nos llevan a un carnaval de horrores y deformidades. Sí, con la habitual iluminación surreal de tonos verdes y rojos, Ishii nos adentra en un submundo de horrores abyectos, no solo física, sino moralmente. Es cierto, eso es lo que hace que la película sobresalga por encima de las demás, pero seamos sinceros, de no ser por ello estaríamos ante un Sex and Fury más. Pero bueno, defendamos ese segmento, porque demuestra imaginación. Algo debe de haber en la tradición budista para que esas imágenes siempre acaben saliendo en las películas, y casi siempre asociadas a la religión. Puede que sea la simple asociación del terror con el infierno, sea cual sea la religión pertinente, pero no se puede menos que recordar las imágenes de Jigoku, la película de Nobuo Nakagawa que se hace necesario desenterrar y revisar de nuevo. La atmósfera en ese segmento cambia decididamente, y el slapstick barato o la acción estilizada, da paso al terror malsano, y para qué, de calidad, así sea vilmente explotativo (¿existe ese adjetivo?).

Blind Woman's Curse es una película entretenida, claro, pero después de repasar tantas veces los estereotipos de los géneros de explotación nipones, no es mucho más lo que se nos ofrece. La variación mencionada, claro, y el toque feminista de una mujer que se lleva por delante a todos los demás hombres (aún cuando siempre esté la sombra de la violación campando por sobre ella y sus compañeras), pero aparte de ello, no es tanto lo que podemos encontrar aquí.

Más de lo mismo en una rareza entre un género ya de por sí raro para nosotros.

Spider Baby or, The Maddest Story Ever Told, Dir. Jack Hill, 1968

Posted on febrero 03, 2011 - 3 comentarios -

En alguna parte decía una crítica que ojalá el cine independiente no hubiera perdido la mordacidad que esta cinta posee. Y hay que reconocer que tiene razón: en algún lugar quedó abandonado el buen humor afilado y políticamente incorrecto, y ahora el cine independiente en gran medida es un desfile de familias desadaptadas, personajes con confusiones de identidad sexual, y el nostálgico que quiere hacer películas como las de cuando era chiquito, creyendo que es el único que las conoce y que tiene las mismas ideas. Pocos se atreven a hacer algo como Begotten o como esta peli de hoy. Y dirigida ni más ni menos que por uno de los gurús de la serie B, Jack Hill, el mismo de Coffy yotros cuantos subproductos impresentables aunque de buen ver.

Spider Baby narra la historia de una familia con un síndrome que los hace involucionar, convirtiéndolos en adultos infantiloides, crueles, y en el peor de los casos, cavernícolas. Las niñas de la familia están de buen ver, pero el chico no. Pero no se dejen engañar por las apariencias: son caníbales y les gusta jugar con la comida. De eso trata y poco más: simplemente, cuando llega un grupo de burócratas de la asistencia social a ver cómo puede ayudar a los huérfanos, acaba... en la olla.

Un humor negro recorre toda la cinta, aunque cinematográficamente no es una maravilla vbisual, sino que más bien es eficiente y ya, haciendo honor a la más pura serie B. Pero lo que ace que la película sea muy particular, es el hecho de que haya sido realizada en esa época. No hay vísceras ni destripamientos, pero definitivamente sí es muy políticamente incorrecta. Sorprende entonces que logre mantenerse en un respetable punto medio, sin sobrepasar los límites de la explotación, cosa que para la época ya era habitual, pero a la vez sin quedarse corta. En otras palabras, sí, logra ser sutil. Muy negra, pero sutil.

Spider Baby no es una obra maestra, en absoluto, pero es de esas películas que uno no logra calsificar correctamente en ningún cajón, y a pesar de no ser ni la más entretenida, ni la más afilada, sí logra desmarcarse de muchas etiquetas que caen como anillo al dedo a producciones más mediocres.

Como suelo decir, es bueno verla, para refrescar las neuronas con cosas diferentes.

Martyrs, Dir. Pascal Laugier, 2008

Posted on septiembre 25, 2010 - 1 comentarios -

Alguna vez dije que me gustaba ir a cine buscando una cierta experiencia que me dejara sin habla, no ante la pericia técnica, o ante una historia soberbiamente contada, sino ante algo difícil de explicar y que es, simplemente, una especie de estado mental en el que las palabras sobran. Sí, ya sé que suena extraño y hasta místico, pero me gusta cuando una película logra provocarme algo así, y por lo general ocurre cuando me encuentro ante una experiencia mayormente sensorial y no tanto narrativa. Me ocurrió con Elephant, una película en la que la historia no era lo que más importaba, pero también me ha ocurrido con películas que sí cuentan algo, esta vez quizá porque el drama se convierte en algo muy emocional, en una experiencia de verdadera catarsis.

Por extraño que parezca, Martyrs consiguió eso conmigo. Sí, una película que algunos han clasificado dentro del gore (no sin razón) pero que tiene intenciones claramente distintas. Y para ello, nada mejor que compararla con otra película que surgió dentro de la misma corriente splatter francófona, A l'interieur, de la que ya hablé en estas páginas hace tiempo, aquí mismo.

Ambas películas comparten no pocas similitudes: género, situación geográfica, violencia explícita... Pero queda claro que las dos recorren caminos distintos desde sus planteamientos. A l'interieur se conforma con ser un divertimento (si se le puede llamar así al torture porn) que trata de mostrarnos el horror descarnado de lo real, sin mayores explicaciones. Esta corriente proviene, como ya sabemos, de la suciedad del cine grindhouse de los años setenta. Last House on The Left, The Texas Chainsaw Massacre o I Spit on Your Grave son ejemplos de ello, en donde el malo no tiene mayores motivos para matar que por parecer encarnar el mal en estado puro. Y eso si es que se nos da una explicación. Este horror derivó de la repetición de los monstruos clásicos. Aquí el mal ya proviene del mismo hombre y de sus patologías mentales. Salir a la calle da miedo, no porque Drácula vaya a morderte el cuello, sino porque un chiflado te puede hacer lo que le dé la gana simplemente porque está enajenado. Y eso es algo a lo que nos enfrentamos a diario y que sí puede ponernos a temblar.

Pues bien, A l'Interieur se enfila en este estilo, tan en boga luego de los múltiples hostales y juegos macabros que nos han invadido. La gracia (para algunos) está en ver cómo torturan a alguien, sin razón, o por razones bastante vagas. Supuestamente esto habrá de hacernos temer el solo hecho de salir a caminar, y sí, puede que en un principio se haya conseguido, pero la fórmula ya está más que sobada, y aquella película francesa no lograba sino molestarnos por el abuso físico a una mujer embarazada, porque el gore, gratuito (aunque ese suele ser el modus operandi de cualquier director de gore), aunque era fuerte, no tenía mucho sentido.

Martyrs, por otro lado, plantea una situación muy diferente. Y estilísticamente se nota, pero esto no es sino una consecuencia de lo que quiere contarnos. Vean si no la música, elegante y no brutal, hasta bonita y emotiva. ¿Por qué habría de hacer esto un director que solo quiera impactarnos con violencia? La respuesta es simple: porque no quiere solo sacudirnos el almuerzo en el estómago.

Un rápido vistazo a la trama revela que no estamos frente a la simpleza de un argumento típicamente psicopático moderno. En lugar de la habitual linealidad, tenemos constantes sorpresas que nos cogen fuera de base. Pero no son estas sorpresas traídas de los cabellos, sino artilugios que nos desorientan sin hacernos perder el hilo y mucho menos la emoción. No me adentraré mucho en lo que cuenta Martyrs, porque, desafortunadamente, cualquier detalle puede arruinar la experiencia, y mientras uno menos sepa de ella, mejor.

La cuestión es que, a diferencia de las películas que abusan físicamente de los protagonistas, Martyrs no se contenta con mostrar violencia absurda. Es cierto, la violencia es bastante impactante, y cualquiera que no esté acostumbrado a ella se sentirá asaltado en su buena fe. Uno, que ya ha curtido el ojo (y el estómago) en películas como las de Lucio Fulci, no lo siente. Pero es que lo que realmente te asalta en esta película, y que es donde radica su verdadero valor, no es en lo gráfico, sino en lo emocional.

El dolor que los personajes sienten en verdad te alcanza, y no hablo del dolor físico, sino del dolor psicológico y emocional. El sufrimiento por los traumas se hace... bueno, en realidad te hace sufrir, cuestionarte sobre la naturaleza humana, pero no sobre la del mal, no sobre la del atacante, sino sobre la del que la padece, sobre cómo sobrelleva esto dentro de su mente. Por eso la elección de usar la música de la manera que se hace no es gratuita, todo lo contrario, acentúa lo que el director quería mostrarnos de una manera insoportable. La escena de la transfiguración es tan hermosa precisamente por ello, porque de alguna manera te hace vivir lo mismo: la paz en medio del horror.Todo esto ocurre después de una aburrida sucesión de golpes y vejámenes, ya vistos en otros sitios mil veces, y que agreden no por lo violento, sino por la humillación a la que se somete la persona, a la "cosificación" de un ser humano. Pero Martyrs lo hace con un propósito, preparanos para algo que va mucho más allá.

Puede que para algunos el interrogante que se busca resolver en la trama con toda la violencia sea moralmente repugnante. Para mí lo es. Pero no lo considero una posición de su director. Me parece que una posición tan nihilista no podría provenir de alguien que convierte una película sangrienta en algo casi espiritual (no me lo invento yo, ¡la película se llama así por algo!), y desearía que hubiera podido mostrarse en cartelera, porque a diferencia de otro cine, este no nos plantea respuestas fáciles, sino todo lo contrario, interrogantes.

Es imposible no salir pensando algo después de ver la película, pero ante una experiencia tan agotadora, no puedo menos que decir que no me la repetiré en mucho tiempo, porque a pesar de la belleza que encontré en ella, hubo que pasar un auténtico viacrucis para llegar a ello. Casi como la misma protagonista.

Lo próximo que me vea será algo mucho más ligero...



Ojo que el trailer no hace justicia a lo que la película en verdad es...