De regreso

Posted on agosto 26, 2007 - 0 comentarios -

Dos cortometrajes del español Koldo Serra y un chambara de calidad inician este regreso bloggero luego de mi retiro temporal por motivos de trabajo. Y esperen porque les tengo más perlas bizarras y pelis de culto.

Amor de Madre (1999) es un simpático corto que dirige Koldo Serra junto a Gorka Vázquez. Homenaje repleto de citas cinéfilas y situaciones familiares, está realizado con cariño y oficio y cuenta con una fotografía en blanco y negro super contrastada, ángulos de cámara imposibles y actuaciones caricaturescas. Amor de Madre es una obrita entretenida, sin demasiadas pretensiones más allá de las estéticas y humorísticas, con referencias a Psicosis y Braindead, o sea trazos de slapstick gore y complejo de Edipo. No es la octava maravilla pero es un buen corto al que no se le puede acusar de fallar en lo que pretendía.

El Tren de la Bruja (2003), por otro lado, se pone más serio y es más efectivo. Una punzada sencilla de terror sugestivo, lo que Eli Roth no fue capaz de hacer porque creía que el gore brutal es más efectivo que el fuera de cuadro, El Tren... cuenta la historia de un tipo que se ofrece como conejillo de indias a cambio de dinero a un experimento para encontrar los efectos del miedo. En un sólo sitio, una especie de bodega iluminada por una sola luz cenital que anula lo demás, será sometido a situaciones extremas, aunque no explícitas. Koldo Serra nos pone en la piel del tipejo, y sólo intuimos ruidos y sombras, presencias más allá de la oscuridad que rodea al protagonista. Un inesperado giro final cierra quince minutos de buen terror, bien manejado, efectivo y efectista sin pasarse. Recomendada.

Zatoichi and The Festival of Fire (1970) es una de las mejores pelis de la saga de Zatoichi, el espadachín y masajista ciego aficionado a las apuestas. Muchos conocen al personaje por el remake que Takeshi Kitano hizo, pero Shintaro Katsu fue el Zatoichi original durante muchos años, interpretándolo en más de veinte películas, muchas de ellas clásicas. En esta tenemos los ingredientes básicos: malos entendidos, humor sencillo, peleas espectaculares, yakuzas sin compasión, honor en juego... Las pelis de Zatoichi son como las del oeste. No las de Hawks o Ford, sino los clásicos menores que ves en un matiné los sábados por la mañana. Sin pretensiones, pero al final entregan más de lo que prometen sin hacer alarde de ello. Sabemos a lo que nos atenemos y aún así nos llevamos gratas sorpresas. En esta, Ichi llega a un pueblo, se mete en problemas con los malos, salva a unas buenas personas acosadas por los malvados, y al final acaba muriendo mucha gente mala, a pesar de que Ichi no quiera ensuciarse las manos de sangre. Sí, es la sinopsis de casi cualquier otra peli de la serie, pero siempre resulta una trama efectiva. A no perderse la excelente secuencia de la pelea en la casa de baños, donde las acrobacias y el humor físico se mezclan con la sangre, y el pirotécnico encuentro con el clan yakuza al final. No puede haber mejor manera de pasar una tarde con cine de belleza plástica (los japoneses son maestros de la composición y la estética ritual) aunado a la acción y el humor más entretenidos, y de paso, todo realizado con magnífico buen gusto. Dirigida por el maestro Kenji Misumi, por supuesto, y con la presencia del gran Tatsuya Nakadai como el super resentido enemigo de Zatoichi (uno de los tantos). Un 10.

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