El cine del Dr. Calamar

Por allá, a principios de la década de los ochenta, a la Disney le dió por ponerse oscura, quizá para ponerse a tono con los tiempos o los cambios de gustos en el público que le brindaron fracasos taquilleros. A pesar de ello, sus proyectos no mejoraron en recaudación, y no fue hasta que La Sirenita llegó que la Disney tuvo mejores épocas, las cuales, lamentablemente, establecieron que los "muñequitos" debían ir acompañados de canciones pendejas y sidekicks edificantes, sin importar cuál fuera el tema.

Regreso a Oz (Return to Oz, Dir. Walter Murch, 1985) es una especie de secuela de El Mago de Oz, según leo, más acorde con lo que Frank L. Baum creó en sus libros. La película disgustó a las familias tradicionales, sobre todo porque cerca del principio, la pequeña Dorothy, interpretada por una jovencísima Fairuza Balk, está a punto de ser sometida a una sesión de electroshocks para curarla de sus delirios imaginativos.

Dirigida por Walter Murch, la película cuenta con algunos efectos cortesía de la factoría Henson, como una gallina parlanchina y un robot medio loco. Es lamentable que no hubieran hecho igual con el espantapájaros, más disfraz que animatronic, y que nos hace recordar con nostalgia a Cristal Oscuro o Laberinto, otras dos bellas piezas de cine infantil. La película, a pesar del encuentro inicial con la psiquiatría de principios del siglo XX, no es tan oscura como se podría pensar. Es más, por momentos es demasiado colorida, con una paleta de color típica de los ochenta. Algunos pasajes sí pueden dar pesadillas a un niño, como la colección de cabezas de la princesa Mombie, pero en general no es tan fuerte como se ha dicho.

La película es entretenida y cuenta con una factura técnica impecable, pero su historia se hace un poco lenta, pues no hay una línea a seguir sino encuentros uno tras otro con personajes. No hay mucha emoción ni peligro real, pero en todo caso se disfruta con agrado. Hay personajes interesantes, un mundo diferente, imaginación y momentos entretenidos.

La única película dirigida por Walter Murch, editor y diseñador sonoro de lujo, Regreso a Oz es una buena pieza de cine ochentero y nostálgico.

Por otro lado, La Feria de las Tinieblas (Something Wicked This Way Comes, Dir. Jack Clayton, 1983) sí tiene más elementos oscuros que la anterior película. Dirigida por Jack Clayton, quiene dirigiera también The Innocents, la película guarda muchos elementos de contacto con el cine de terror. Cuenta la historia de una feria que viaja de pueblo en pueblo y trae peligros y maldiciones a la población. Jonathan Pryce es el dueño de la feria, la cual concede los más íntimos deseos, pero a un precio muy alto. Los únicos que podrán salvar al pueblo serán dos niños con ayuda del padre de uno de ellos.

Basada en una novela de Ray Bradbury, de extraordinaria poesía y un regusto misterioso entre bello y terrorífico, la película adapta el libro cambiando ciertos momentos, pero sin echar del todo por la borda ese componente. Si en Regreso a Oz Dorothy iba a ser tratada con electroshocks, aquí el niño protagonista tiene una visión en la que es decapitado. Si eso ya es suficiente para asombrar (es una película Disney: ¡aquí no debería decapitarse a nadie!) lo es más que el director se haya atrevido a mostrar la decapitación de frente. Un par de momentos más por el estilo hacen que la película borde efectivamente el terror, aunque según se dice, el guión de Bradbury y la dirección de Clayton fueron modificados por la productora, cambiando algunas de las intenciones originales.

Bastante más oscura que casi cualquier peli infantil que recuerdo, La Feria de las Tinieblas es una deliciosa pieza que se disfruta por transitar con equilibrio esa frontera fantástica entre el bien y el mal. Una película que como niño, estoy seguro que habría temido un poco a la vez que disfrutaba con algo de masoquismo. Una delicia, en otras palabras.

PS. Léanse el libro, porque además de ser muy entretenido, contiene reflexiones interesantes sobre la naturaleza humana. No es sólo una buena historia: tiene personajes muy bien construidos.

Para terminar, una frase de G.K. Chesterton, sacada del prefacio de Coraline, de Neil Gaiman: "Los cuentos de hadas son más que verdad, no porque enseñen que los dragones existen, sino porque enseñan que pueden ser vencidos". Comparen la verdadera y tradicional literatura infantil con las ñoñerías que hoy nos hacen tragar: la oscuridad no se puede ignorar para hacer que desaparezca.