Perfume: The Story of a Murderer, Dir. Tom Tykwer, 2006

Posted on marzo 19, 2007 - 0 comentarios -

Las películas de época suelen dar la sensación de ser más cultas que aquellas que transcurren hoy día. Por ello, El Perfume es una aparente contradicción: al público general lo seduce porque tiene la sensación de estar viendo algo más inteligente de lo normal, sin embargo, si vemos un poco más allá, la película es en realidad un ejemplo de cine comercial, no exento de inteligencia, pero tampoco especialmente profundo.

No voy a entrar en polémicas sobre si la película logra transcribir fielmente la letra a la pantalla, porque si a estas alturas de la vida seguimos pensando que el cine y la literatura son medios que se expresan igual, es que ni hemos leído mucho, ni hemos visto mucho cine. Además no he leído el libro, así que conformémonos con juzgar a la película por sus propios méritos, independientes de los de la novela.

Lo cierto es que la película nos regala dos horas entretenidas de cine con envoltorio culto pero corazón comercial. Eso sí, afortunadamente modelado con una estructura narrativa muy diferente a la de las películas hollywoodenses, menos obvia, menos esquemática, y, sí, más apegada a la literatura.

Sabemos que el protagonista tiene una misión, una búsqueda, pero ésta se da de manera episódica, más como un viaje por etapas, que como una narración fluida de principio a fin. Por capítulos podría decirse. Además, a diferencia del cine de Hollywood, nuestro protagonista es un enigma: no está descrito detalladamente sino que nos deja deliberadamente en las sombras, a lo que contribuye la interpretación de Ben Whishaw, vacía de toda humanidad. Whishaw convierte a Jean-Baptiste Grenouille en un ser desprovisto de emociones diferentes a la obsesión que lo controla y lo conduce al crimen: encontrar la manera de fijar los aromas de las cosas, especialmente los de los seres humanos.

La película puede dar pie a especular sobre varios detalles, que ignoro si se encontraban en el libro: si el protagonista nació sin olor corporal, y éste es el alma de las personas, podría pensarse que es precisamente esa la razón del comportamiento ausente de Grenouille, más que la obsesión por fijar olores. A fin de cuentas esta obsesión no nace con él, sino hacia la mitad de la película, cuando se da cuenta de que no posee olor y por tanto no ha dejado huella en este mundo. Hasta entonces sólo había sido una fijación, pero en este punto pasa a ser el destino que la vida le ha preparado, y por el que debe luchar, porque si no, su existencia estará vacía de todo sentido.

Visualmente la película es bastante interesante, aunque tiende a abusar de los planos que tratan de describir olores, muy logrados eso sí. También debo hacer notar que, para mí, hubo dos momentos que despertaron emociones encontradas: la escena en que el pueblo enloquece en un frenesí orgiástico, la cual me hizo ruborizar, rozando el ridículo (si es que no lo tocó de lleno); y la escena final cuando Grenouille se baña en el mágico perfume, desencadenando apetitos insospechados, esta sí impactante por su fascinante sentido macabro.

¿Ven? Acabamos hablando de temas que parecen importantes, cuando la película no trata sobre ellos, sino que los toca de pasada. De cualquier manera, es agradable ver cine comercial que le da otro valor a ese denostado calificativo que ha llevado a muchos pardillos pseudointelectuales a despreciar esa clase de cine, como si apelar a un gusto amplio fuera un pecado. Para mí, sabiendo que no pasará a mi memoria como un punto especial de mi cinefagia, valió el precio de la entrada, y en esta época, es lo mínimo que puedo pedir.

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