Desenterrando tiempos pasados

Posted on junio 26, 2006 - 0 comentarios -

Lifeforce, 1985, Dir. Tobe Hooper

Cómo no recordar con tanto agrado los ochenta, esa época en que, desprevenidos, nos acercábamos a las tiendas de video en busca de copias piratas (¿había originales en alguna parte?) de alguna película de terror para pasar la tarde con los amiguetes. Esa época en que no nos guíabamos por nombres famosos, por rumores o por comentarios de críticos (aunque tampoco ahora suelo hacer mucho esto último), y la verdadera guía era la minicarátula y la chambona sinopsis garabateada en la tarjeta de cartulina que hacía de ficha de alquiler. Si hubiera visto Lifeforce en aquellos días probablemente hubiera pasado a engrosar el archivo de recuerdos agradabales, pues Tobe Hooper, responsable de La Matanza de Texas, fue uno de los primeros nombres que alcancé a reconocer como DIRECTOR de varios filmes que impactaron mi psiquis. Como era de esperar, Invasores de Marte, otro de sus filmes, que guarda bastante relación con este, también me trae recuerdos (no sé por qué pero sé que a la salida del cine, la madre de un amiguito nos dió obleas blanditas de paquete. ¿O fue después de ver Fright Night?).

Al grano. Lifeforce es una película de serie B con alto presupuesto, que no logra ocultar su espíritu de película humilde aún cuando con sus efectos especiales resplandecientes: en lugar de los demasiado perfectos CGI, aquí hay bellas maquetas y lucecitas de colores. Algo así como ese bonito inicio del Superman de Richard Donner, en el que se recrea un mundo real en estudio, en lugar de suplantarlo en postproducción. Esa parte, la de los efectos especiales, le trae a uno a la memoria películas como Poltergeist o la misma Invasores de Marte, pero en el apartado de la historia, la cosa sí es más limitada. Ello no impide que los aficionados al cine de serie B disfrutemos de casi dos horas de entretenimiento, viendo una invasión de vampiros extraterrestres que no chupan sangre si no energía vital. Claro, con una vampira como Mathilda May cualquiera se deja, si además se pasea empelota por las calles de Londres. El final cuasiapocalíptico es muy bueno, mezcla de peli de zombies y alienígenas, pero en últimas cuánto le guste a uno depende de qué haya ido a buscar de la película. Si quiso una experiencia trascendental pues debió haberse puesto a meditar, pero si lo que buscaba era diversión con crispetas esta es una muy buena opción.

El Club de los Monstruos
Monster Club, 198, Dir. Roy Ward Baker


Es curioso cómo ciertos directores, grandes artesanos de épocas pasadas, tratan de ponerse al día haciendo obras con supuestos aires modernos, pero en últimas sólo quedan como esas viejitas que usan tenis y jeans: no son modernas, sino una viejitas con tenis y jeans. Pues eso es lo que se siente al ver El club de los monstruos, en la que Roy Ward Baker, director proveniente de la factoría Hammer, compone una antología de historias de monstruos mezclada con actuaciones de desconocidos grupos new wave. Trataré de contar el rollo: John Carradine, escritor de novelas de horror, se topa con Vincent Price, un vampiro hambriento que lo muerde. Pero Price no es mal tipo y le pide excusas por el incidente invitándolo al Club de los Monstruos para que se inspire en las historias de tan inquietantes visitantes para alguno de sus libros. Si tan sólo todo fuera como parece...

Esto no es una peli de terror sino una especie de sátira de horror, con algunos chistes que funcionan muy mal y otros que alcanzan a funcionar por lo malos que son. El maquillaje de algunos monstruos es sencillamente inexistente, pues usa de esas malas máscaras que proliferan mientras se acerca Halloween en lugar de cualquier látex mal aplicado. Las historias no son gran cosa, aunque son salvadas por ese humor casi no intencional. Por ejemplo, en la melancólica historia de un vampiro, uno se salva de la muerte por estacazo al llevar un... ¡chaleco antiestacas! Otro momento hilarante es cuando una nena hace striptease y se quita hasta la piel quedando en puro hueso (esto a punta de animación) y a uno de los asistentes a la fiesta se le saltan los ojos de la emoción. Son cosas que hay que ver para creer.

No es una mala película, sólo hay que verla con los ojos adecuados, sin demasiada seriedad ni expectativas sobre el famoso terror gótico inglés, o de lo contrario puede uno estrellarse de muy mala manera. Mejor dicho, esto es un matiné. Tan inocuo que se le puede poner a un sobrinito un domingo a las once de la mañana. Divertido sin ser un ejemplo a seguir.

PS. ¿No recuerdan una peli llamada The monster squad, dirigida por Fred Dekker, el mismo de Night of the creeps, donde unos niños deben enfrentarse a todos los monstruos clásicos? Más recuerdos infantiles...

Night Creatures, 1962, Dir. Peter Graham Scott

Al igual que las películas de detectives o las de vaqueros, las películas de piratas lo remiten a uno a esa infancia en la que jugaba a encarnar a los protagonistas de tales cintas. Tal vez por el continuo acudimiento al cliché, aunque de buena manera, estas películas, siempre y cuando estén bien hechas, son una fuente segura de entretención. Night Creatures es un producto atípico dentro del catálogo de la Hammer, al menos a priori, pues dentro de él había incluso comedias, aunque haya sido más famosa por sus terrores draculescos que por otra cosa (y con eso bastaría, así de buenos son). Night Creatures es una historia de piratas bastante diferente a lo que uno podría pensar de entrada. No hay combates abordando barcos, ni cañonazos, sino más drama, aunque las intrigas no se olvidan. Sería un desastre hablar de la trama pues hay varios giros, que si bien se huelen, es mejor que sea el propio espectador quien los descubra, pero valga la pena anotar que implican a un pueblo dedicado al contrabando de licor, unos soldados que buscan a los contrabandistas (todo el pueblo, nada menos) y unas relaciones paternofiliales ocultas. Peter Cushing es el protagonista, demostrando que es más que Van Helsing, y un Oliver Reed jovencito también sale por allí. Esta peli también es un matiné, pero a diferencia de El club de los monstruos, no es una suerte de subproducto, sino un producto nostálgico y muy bello, diferente de, por ejemplo, las aventuras bucaneras de Errol Flynn. Ah, y si añadimos un toque de (falso) terror sobrenatural, ya tenemos una peli para toda la familia. Bonita, entretenida y de gran corazón. En definitiva, una joya perdida que hay que rescatar a toda costa.

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