La ciudad del pecado

Posted on septiembre 11, 2005 - 0 comentarios -

Sin City (2005), Dir. Robert Rodríguez, Frank Miller, Quentin Tarantino

Tres historias se entrecruzan en la decadente Basin City, llenas de violencia y pasiones ardientes.

No soy ningún experto del cómic, pero alguna cosilla he leído. Tal vez no tanto como para juzgar adecuadamente el arte y convertirme en un conocedor, pero en todo caso no es esa mi meta. Ya me dedico a ver compulsivamente cine como para gastar más tiempo y dinero en otra cosa. Prefiero repartirlo entre todo tipo de material impreso y la música. De cualquier forma, las cosas que ha hecho Frank Miller, las pocas que he leído, me han parecido bien buenas (excepto ese guión absurdo para Spawn). Sin City fue una de las cosas más bonitas que llegué a tener en mi colección de cómics, y me gustaba porque atrapaba y sintetizaba de manera perfecta todo el mundo del cine y la literatura noir. Diálogos densos y duros como puñetazos, mujeres aparentemente incoentes y realmente fatales, hombres movidos por el destino y las malas decisiones, armas, violencia y sobre todo, pecado.

Saltemos a otro medio. Robert Rodríguez, uno de los directores más entretenidos de la industria Hollywoodense. Personal y atípico dentro de lo que se podría esperar de una industria que corre pocos riesgos. Alguien que ha basado la mayor parte de su carrera en secuelas de sus mismos éxitos, eso sí, casi todas con competencia y calidad. Amiguito de Tarantino, y hermano suyo en estilo, aunque, obviamente, con diferencias particulares. Decide hacer Sin City para el cine, y para ello, se embarca en la empresa junto a Frank Miller y toda su empresa de producción para llevar lo más fidedignamente las viñetas a la pantalla.

De Sin City, la película, se ha dicho que es la más fiel adaptacón de un cómic. ¿Es eso cierto? Primero que todo, no he visto todas las adaptaciones de comics, pero podría decirse que sí. Ahora, ¿por qué se está diciendo esto? ¿Porque las viñetas prácticamente cobran vida en su misma forma ante los ojos del espectador, a 24 fotogramas por segundo? No, eso es absurdo. Cómic y cine son dos medios diferentes, y por tanto dos formas distintas de abordar una narración. Los que plantean esa afirmación, tal vez estarían satisfechos si se le tomaran fotos al cómic impreso y se proyectaran en una pantalla, pero adaptar una obra implica eso mismo: adaptar. Sin City es una adaptación exitosa, precisamente porque se impregna del espíritu de la obra a la perfección, no porque se haya usado el dibujo como storyboard, y los planos sean calcados a los del papel.

Pero dejemos a un lado las polémicas absurdas y los conceptos errados, y vayamos al quid del asunto: ¿es buena o no?

Sin City, a pesar de contar con unos magros 125 minutos (magros porque hasta Hulk se atrevió a usar más de dos horas y media) es una película agotadora. Sus tres historias son pesadas y algunas veces hasta algo lentas. Pero eso no impide que, habiendo cambiado nuestro modo de pensamiento un poquito, y no exigiéndole a la historia lo que queremos sino lo que ella nos da, la disfrutemos plenamente. A ver, expliquemos este punto: Sin City transcurre en un mundo irreal, otra dimensión. Sus personajes son clichés absolutos. Sus diálogos son risibles y estereotipados. Pero hay que saber que cuando uno va a ver cine negro, está jugando según ciertas reglas. El cine negro se caracteriza por recrear situaciones y personajes que y hemos visto, y es por esto que nos atrae. Y la película triunfa porque usa todos los clichés y se permite jugar con ellos. La narración en off, en ese tono extremadamente cool, se contagia, y en lugar de tener una serie de eventos en los que la acción tiene picos y valles, se convierte más en una línea plana, con momentos de ultraviolencia que nos sacuden. El disfrute proviene de saber cómo se comportan estos personajes, algo bastante previsible, y ver confirmadas nuestras sospechas, pero a la vez sorprendernos por los giros inesperados. Música, imágenes y diálogos se combinan creando una nube narcótica, densa y lenta, pero que una vez nos atrapa, si dejamos que nos envuelva, no nos deja escapar.

El mundo de Miller, con sus nazis, psicótapas, mujeres letales, hombres sin esperanza y violencia desquiciada y enfermiza (hacía rato no veía tanta gente salirse impactada a mitad del metraje, habiendo pagado una entrada. Cuando es gratis es otra cosa) está perfectamente plasmado. Sus personajes secundarios conforman toda una fauna deliciosamente (a)típica y retorcida. Y al final, Sin City se convierte en una de las películas más salvajemente bellas de los últimos tiempos, cien por ciento pulp descarnado y posmoderno, a un paso de la parodia y el homenaje, pero sin caer en el error fundamental de otras obras que usan ese recurso: sobrepasar el equilibrio entre la burla y la reverencia. Es mucho más que un espéctaculo puramente visual, y el que no lo reconozca que se vaya a freír espárragos.

Para todo aficionado a la estética de la violencia y para quien quiera arriesgarse con una obra valiente e intempestiva en todo sentido, incluido el artístico.

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