The City of Violence, (Jjakpae), Dir. Seung-wan Ryoo, 2006

Posted on agosto 22, 2009 - 0 comentarios -

Nunca me han gustado demasiado los fanboys. Ser fan de algo me parece que puede derivar en una pérdida de objetividad al inclinarnos hacia... bueno, el fanatismo. Me gusta el gore, el anime, la ciencia ficción... pero no me considero fan de ninguno de los géneros. Al menos no de la manera tradicional. Por eso no deja de parecerme curioso cuando aparecen películas como esta que comentamos hoy, las reacciones desmedidas de algunas personas. Leía un comentario de uno que la recomendaba como un producto recomendado para los aficionados al cine "extremo" de Asia. No entiendo qué significará eso, a no ser que sea del extremo de Asia (¿Japón?), porque si The City of Violence es cine extremo, me pregunto qué pensará este sujeto de algo como Guinea Pig. A su vez, el tipo hablaba mal de Tarantino, citándolo como plagiador, y recomendando las bondades de las películas de venganza asiáticas, diciendo que esas eran las originales y el trabajo del norteamericano sólo una mala copia. No voy aquí a discutir sobre si el cine oriental es original y puro (que no lo es), ni si el de Tarantino es sólo una mala copia (que tampoco lo es), pero me pareció curioso ver que esas palabras se mencionaban a propósito de una película que desde su trailer deja claro la influencia tarantiniana. Subjetividad de un fanboy, como dije.

The City of Violence, a pesar de las loas proferidas por distintas publicaciones (entre ellas Maxim, lo que me hace dudar de qué puede significar eso proviniendo de una revista "para machos" aparte de que está llena de peleas), no es sino un ejercicio vacío de acción y coreografía, y no particularmente novedoso, para acabar de ajustar. La historia es una especie de cruce entre películas de amistad infantil que cruza hacia la adultez, cuando ya todos han cambiado y a nostalgia se mezcla con lo amargo del presente, y las de... peleas. Pero los personajes están tan estrereotipados que es difícil sentir algo por ellos, sin creer que estamos ante una pieza bidimensional. Todo parece calculado para ofrecer un espectáculo gratuito para mentes perezosas. Desde las facilonas reacciones de los personajes, hasta las creativas coreografías marciales. En este sentido vale la pena resaltar lo absurdo de proponer una pelea entre el protagonista y varias bandas de adolescentes caracterizados a la The Warriors. Incluso hay una banda de beisbolistas con la cara pintada. Pero no, estos personajes salen de la nada, y una vez vencidos, no volveremos a saber de ellos. A eso añadamos el hecho de que conocemos casi desde el principio la identidad del protagonista, y como resultado tendremos una película sin suspenso que avanza con predictibilidad hacia su apoteósico final. En teoría, porque este no deja de parecer una promesa a medio cumplir.

Las películas de venganza, las buenas, nos hacen sentir las contradicciones de tal acto, la lucha de quien ejecuta ese plan, no contra sus enemigos, sino contra su propia consciencia, o en otros casos, nos hacen disfrutar de la tenacidad dispuesta contra su oposición física. Aquí no tenemos sino una película que cumple con los requisitos de un guión que parece construido como una hilera de fichas de dominó: caen lógicamente, pero siempre sabemos hacia dónde va. Y así sea una película asiática, no por ello significa que es mejor que una occidental, así sea tan llena de samples y remixes como Kill Bill.

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